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La actividad agrícola.
Cultivos y alimentación
Guillem Pérez Jordá
Universitat de València
Las personas que vivieron en el poblado de la Lloma de
Betxí durante el primer tercio del II milenio a.C. se alimentaron fundamentalmente a partir de los distintos
productos que cultivaban en las tierras que rodean el
asentamiento. Este hecho, que es general en este territorio desde la llegada de los primeros agricultores unos
3.500 años antes, muestra la importancia de la actividad
agrícola en el día a día de esta comunidad. Son los ritmos
de cada uno de los cultivos los que acaban marcando
gran parte del calendario anual, de igual forma que los
espacios necesarios para su procesado, almacenamiento y transformación condicionan la construcción de los
asentamientos.
Los distintos incendios que han destruido este poblado a lo largo de su ocupación han permitido la preservación, carbonizados, de un conjunto muy destacado de
semillas y de frutos (Pérez Jordá, 1998). Estos materiales
< Dientes de hoz sobre placa de sílex tabular.
Lloma de Betxí.
que se encontraban almacenados en el interior de las viviendas o caídos de forma accidental en el suelo de las
mismas son los que tras su recuperación durante las distintas campañas de excavación, permiten conocer cuáles
eran los productos cultivados, así como los frutos del bosque que eran recolectados también como alimento.
Hay un grupo de cultivos que habitualmente crecen en las huertas, como las acelgas, los nabos o las coles, de los que no se consume el grano, sino las hojas, los
tallos o las raíces, partes que difícilmente se conservan
carbonizadas, lo que dificulta su documentación arqueológica. Pero en el mundo mediterráneo la agricultura prehistórica se centra en la producción de grano de cereales y de leguminosas, de los que se han recuperado una
amplia representación en este yacimiento. Son distintas
las especies de cereales documentadas, pero son dos de
ellas en las que parece estar centrada la producción agrícola, los trigos desnudos (Triticum aestivum-durum) y la
cebada desnuda (Hordeum vulgare var. nudum) y la vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare), mientras que otros
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Restos de semillas y frutos de la Lloma de Betxí.
1. Cebada desnuda (Hordeum vulgare var. nudum),
2. Cebada vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare),
3. Trigo desnudo (Triticum aestivum-durum),
4. Escanda menor (Triticum dicoccum),
5. Escaña (Triticum monococcum),
6. Ráquis de cebada,
7. Guisante (Pisum sativum),
8. Haba (Vicia faba),
9. Frambuesa (Rubus idaeus),
10. Cebada bravia (Bromus sterilis),
11. Bellota (Quercus sp.)
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cereales como son la escaña (Triticum monococcum) y la
escanda menor (Triticum dicoccum) pueden ser cultivos
muy minoritarios o simplemente malas hierbas que crecen entre los campos de los cultivos mayoritarios. Junto a
los cereales aparecen algunas leguminosas como son las
habas y los guisantes, aunque siempre son muy escasas.
Estos son todos los cultivos documentados, aunque también se constata la recolección de algunos frutos
silvestres como es el madroño (Arbutus unedo), la vid (Vitis
vinífera) y la frambuesa (Rubus idaeus), aunque el que tiene un mayor peso son las bellotas (Quercus sp.). Es un
recurso muy abundante en los bosques mediterráneos,
fácil de recolectar, de almacenar y de procesar y con un
valor energético muy elevado (Zapata, 2000), por lo que
ha sido sistemáticamente aprovechado por las comunidades humanas hasta la actualidad.
Junto a los cereales aparecen un conjunto de
plantas silvestres que suelen desarrollarse entre estos
cultivos, por lo que se conocen como malas hierbas. Son
estas las que nos permiten determinar el tipo de suelos
que se cultivan. De esta forma la abundancia de una de
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Tormo y de Pedro, 2013), lo que permite confirmar que
fueron utilizados como fuerza de tiro.
El calendario agrícola se inicia durante el verano,
cuando tras la cosecha se labran las tierras por parejas
de bueyes tirando de los arados, preparándolas para la
siembra de los cereales que se realiza entre el otoño y el
inicio del invierno. Al mismo tiempo se plantan las leguminosas en las huertas, que al tener un ciclo más corto
van a empezar a aportar alimento durante el invierno. El
desarrollo de los cereales se va a alargar hasta el final de
la primavera o el inicio del verano, momento en el cual se
realiza la siega. Este es el proceso mejor documentado,
ya que es frecuente el hallazgo de dientes de hoz de sílex.
Las hoces se construyen con un vástago de madera curvo,
en el que se insertan por el interior las piezas de sílex, fijadas con la ayuda de resina, formando un frente de corte
más o menos continuo. Los dientes suelen aparecer dentados, acción que permite alargar su vida útil cuando tras
un periodo de uso se han desgastado.
Tras la siega, los haces de cereales se procesan en
las eras, que estarían ubicadas junto a los mismos campos. En ellas a través posiblemente del pisoteado de los
animales, del cribado y del aventado se va separando el
grano de la paja y de las otras partes de las espigas. De
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación. Guillem Pérez Jordà
ellas, los Bromus, permite confirmar que se están usando
suelos con abundancia de arenas y con una textura suelta. Estas características son las que encontramos en las
terrazas que hay ubicadas junto al cauce del río, donde
es posible ubicar las parcelas en las que se cultivarían
los distintos cereales. Los trigos desnudos y las cebadas
se siembran de forma separada y no parecen existir diferencias entre las tierras que se dedicaban a cada uno de
los cultivos. Tampoco hay evidencias que permitan pensar en el riego de las mismas, ya que ni las malas hierbas
ni los estudios isotópicos están marcando esta práctica,
aunque es posible que sí que fuera utilizado en las parcelas dedicadas al cultivo de las habas o de los guisantes.
Son plantas más exigentes en agua que los cereales y en
yacimientos contemporáneos de Andalucía se ha podido
constatar que eran irrigados, por lo que se puede pensar
que su cultivo se realizara en huertas.
Los instrumentos que tenían para trabajar las
huertas eran por un lado las azuelas elaboradas con
piedra pulida y posiblemente palos cavadores u otras
herramientas que al estar completamente elaboradas
con madera no se documentan arqueológicamente.
Este mismo problema impide la constatación del útil
fundamental para el labrado de la tierra en las parcelas
dedicadas al cultivo de cereales, el arado, ya que estaría
elaborada de forma completa en madera. Su presencia
se deduce de forma indirecta por las malformaciones
que presentan los restos de los bovinos (Sarrión, 1998;
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Dientes de hoz de sílex y réplica en madera de un mango de hoz.
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esta forma el grano llega al poblado ya limpio y sólo hay
que eliminar algunos elementos menores o completar la
separación de las cariópsides de cebada vestida de sus
cubiertas. Esta actividad puede estar realizándose en la
Habitación II, donde hay una serie de pequeños orificios
excavados en el suelo que aparecieron llenos de cebada.
En ellos, con la ayuda de un mazo de madera, se golpea
el grano, con lo que se consigue que acaben por desprenderse las cubiertas que envuelven la semilla.
Finalmente el grano se almacena en el interior de
las viviendas, siendo el fondo de la Habitación I donde
se ha documentado un conjunto relevante de grano almacenado en el interior de distintos vasos cerámicos. La
capacidad de estos vasos es pequeña, por lo que el grano que contienen no permite más que la alimentación
del grupo durante unos días, por ello hay que imaginar
que habría más grano acumulado en contenedores de
mayores dimensiones como son los sacos o los capazos
de esparto. Era un grupo pequeño que dependía fundamentalmente de sus reservas para alimentarse, por lo
que debían acumular suficiente grano para sobrevivir al
menos durante el año que iba a tardar en llegar la nueva
cosecha y contemplar una reserva ante el riesgo de que
una de ellas se perdiera.
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación. Guillem Pérez Jordà
Mujer descascarillando grano en el Rif, en Marruecos.
Foto de L. Peña-Chocarro.
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La actividad agrícola.
Cultivos y alimentación
Guillem Pérez Jordá
Universitat de València
Las personas que vivieron en el poblado de la Lloma de
Betxí durante el primer tercio del II milenio a.C. se alimentaron fundamentalmente a partir de los distintos
productos que cultivaban en las tierras que rodean el
asentamiento. Este hecho, que es general en este territorio desde la llegada de los primeros agricultores unos
3.500 años antes, muestra la importancia de la actividad
agrícola en el día a día de esta comunidad. Son los ritmos
de cada uno de los cultivos los que acaban marcando
gran parte del calendario anual, de igual forma que los
espacios necesarios para su procesado, almacenamiento y transformación condicionan la construcción de los
asentamientos.
Los distintos incendios que han destruido este poblado a lo largo de su ocupación han permitido la preservación, carbonizados, de un conjunto muy destacado de
semillas y de frutos (Pérez Jordá, 1998). Estos materiales
< Dientes de hoz sobre placa de sílex tabular.
Lloma de Betxí.
que se encontraban almacenados en el interior de las viviendas o caídos de forma accidental en el suelo de las
mismas son los que tras su recuperación durante las distintas campañas de excavación, permiten conocer cuáles
eran los productos cultivados, así como los frutos del bosque que eran recolectados también como alimento.
Hay un grupo de cultivos que habitualmente crecen en las huertas, como las acelgas, los nabos o las coles, de los que no se consume el grano, sino las hojas, los
tallos o las raíces, partes que difícilmente se conservan
carbonizadas, lo que dificulta su documentación arqueológica. Pero en el mundo mediterráneo la agricultura prehistórica se centra en la producción de grano de cereales y de leguminosas, de los que se han recuperado una
amplia representación en este yacimiento. Son distintas
las especies de cereales documentadas, pero son dos de
ellas en las que parece estar centrada la producción agrícola, los trigos desnudos (Triticum aestivum-durum) y la
cebada desnuda (Hordeum vulgare var. nudum) y la vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare), mientras que otros
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Restos de semillas y frutos de la Lloma de Betxí.
1. Cebada desnuda (Hordeum vulgare var. nudum),
2. Cebada vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare),
3. Trigo desnudo (Triticum aestivum-durum),
4. Escanda menor (Triticum dicoccum),
5. Escaña (Triticum monococcum),
6. Ráquis de cebada,
7. Guisante (Pisum sativum),
8. Haba (Vicia faba),
9. Frambuesa (Rubus idaeus),
10. Cebada bravia (Bromus sterilis),
11. Bellota (Quercus sp.)
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cereales como son la escaña (Triticum monococcum) y la
escanda menor (Triticum dicoccum) pueden ser cultivos
muy minoritarios o simplemente malas hierbas que crecen entre los campos de los cultivos mayoritarios. Junto a
los cereales aparecen algunas leguminosas como son las
habas y los guisantes, aunque siempre son muy escasas.
Estos son todos los cultivos documentados, aunque también se constata la recolección de algunos frutos
silvestres como es el madroño (Arbutus unedo), la vid (Vitis
vinífera) y la frambuesa (Rubus idaeus), aunque el que tiene un mayor peso son las bellotas (Quercus sp.). Es un
recurso muy abundante en los bosques mediterráneos,
fácil de recolectar, de almacenar y de procesar y con un
valor energético muy elevado (Zapata, 2000), por lo que
ha sido sistemáticamente aprovechado por las comunidades humanas hasta la actualidad.
Junto a los cereales aparecen un conjunto de
plantas silvestres que suelen desarrollarse entre estos
cultivos, por lo que se conocen como malas hierbas. Son
estas las que nos permiten determinar el tipo de suelos
que se cultivan. De esta forma la abundancia de una de
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Tormo y de Pedro, 2013), lo que permite confirmar que
fueron utilizados como fuerza de tiro.
El calendario agrícola se inicia durante el verano,
cuando tras la cosecha se labran las tierras por parejas
de bueyes tirando de los arados, preparándolas para la
siembra de los cereales que se realiza entre el otoño y el
inicio del invierno. Al mismo tiempo se plantan las leguminosas en las huertas, que al tener un ciclo más corto
van a empezar a aportar alimento durante el invierno. El
desarrollo de los cereales se va a alargar hasta el final de
la primavera o el inicio del verano, momento en el cual se
realiza la siega. Este es el proceso mejor documentado,
ya que es frecuente el hallazgo de dientes de hoz de sílex.
Las hoces se construyen con un vástago de madera curvo,
en el que se insertan por el interior las piezas de sílex, fijadas con la ayuda de resina, formando un frente de corte
más o menos continuo. Los dientes suelen aparecer dentados, acción que permite alargar su vida útil cuando tras
un periodo de uso se han desgastado.
Tras la siega, los haces de cereales se procesan en
las eras, que estarían ubicadas junto a los mismos campos. En ellas a través posiblemente del pisoteado de los
animales, del cribado y del aventado se va separando el
grano de la paja y de las otras partes de las espigas. De
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación. Guillem Pérez Jordà
ellas, los Bromus, permite confirmar que se están usando
suelos con abundancia de arenas y con una textura suelta. Estas características son las que encontramos en las
terrazas que hay ubicadas junto al cauce del río, donde
es posible ubicar las parcelas en las que se cultivarían
los distintos cereales. Los trigos desnudos y las cebadas
se siembran de forma separada y no parecen existir diferencias entre las tierras que se dedicaban a cada uno de
los cultivos. Tampoco hay evidencias que permitan pensar en el riego de las mismas, ya que ni las malas hierbas
ni los estudios isotópicos están marcando esta práctica,
aunque es posible que sí que fuera utilizado en las parcelas dedicadas al cultivo de las habas o de los guisantes.
Son plantas más exigentes en agua que los cereales y en
yacimientos contemporáneos de Andalucía se ha podido
constatar que eran irrigados, por lo que se puede pensar
que su cultivo se realizara en huertas.
Los instrumentos que tenían para trabajar las
huertas eran por un lado las azuelas elaboradas con
piedra pulida y posiblemente palos cavadores u otras
herramientas que al estar completamente elaboradas
con madera no se documentan arqueológicamente.
Este mismo problema impide la constatación del útil
fundamental para el labrado de la tierra en las parcelas
dedicadas al cultivo de cereales, el arado, ya que estaría
elaborada de forma completa en madera. Su presencia
se deduce de forma indirecta por las malformaciones
que presentan los restos de los bovinos (Sarrión, 1998;
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Dientes de hoz de sílex y réplica en madera de un mango de hoz.
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esta forma el grano llega al poblado ya limpio y sólo hay
que eliminar algunos elementos menores o completar la
separación de las cariópsides de cebada vestida de sus
cubiertas. Esta actividad puede estar realizándose en la
Habitación II, donde hay una serie de pequeños orificios
excavados en el suelo que aparecieron llenos de cebada.
En ellos, con la ayuda de un mazo de madera, se golpea
el grano, con lo que se consigue que acaben por desprenderse las cubiertas que envuelven la semilla.
Finalmente el grano se almacena en el interior de
las viviendas, siendo el fondo de la Habitación I donde
se ha documentado un conjunto relevante de grano almacenado en el interior de distintos vasos cerámicos. La
capacidad de estos vasos es pequeña, por lo que el grano que contienen no permite más que la alimentación
del grupo durante unos días, por ello hay que imaginar
que habría más grano acumulado en contenedores de
mayores dimensiones como son los sacos o los capazos
de esparto. Era un grupo pequeño que dependía fundamentalmente de sus reservas para alimentarse, por lo
que debían acumular suficiente grano para sobrevivir al
menos durante el año que iba a tardar en llegar la nueva
cosecha y contemplar una reserva ante el riesgo de que
una de ellas se perdiera.
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación. Guillem Pérez Jordà
Mujer descascarillando grano en el Rif, en Marruecos.
Foto de L. Peña-Chocarro.
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