Ilici y la evolución territorial entre los siglos IV y VII
Antonio Gilabert Mas
Ana Ronda Femenía
Mercedes Tendero Porras
2019
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Ilici y la evolución territorial
entre los siglos iv y vii
Antonio Guilabert Mas, Ana Ronda Femenía, Mercedes Tendero Porras
A finales del siglo iii, con la reconfiguración de las provincias de Diocleciano, se ponía fin a un modelo territorial
concebido por Augusto y que quedaba plenamente articulado en época flavia. Este hecho coincidía con la concesión del ius latii y la municipalización de las Baleares,
las Pitiusas, Allon y las antiguas ciudades fenicias de la
costa mediterránea andaluza, amén del renacimiento de
Valentia, por lo que quedaba totalmente configurado el
cuadrante marítimo del sureste peninsular. De esta forma,
tanto el canal de Ibiza como los derroteros que partían
de él hacia el norte y el sur, formaron una red de puertos
privilegiados en una zona vital para las comunicaciones
marítimas entre Italia, el golfo de León, el sur peninsular
y el norte de África.
Estas ciudades, sin embargo, evidenciaron desde el
siglo ii trayectorias urbanas divergentes, con muestras
◁ Losa sepulcral con simbología cristiana de
la Albufereta (archivo fotográfico MARQ).
de parálisis y degradación tempranas, mantenimiento o
prosperidad, que a finales de la centuria motivaron cambios sensibles en la distribución de los poderes urbanos
de la nueva provincia Carthaginensis. Para entonces, Ilici,
que había capeado con fortaleza el siglo iii, pudo beneficiarse de la desaparición o degradación a vicus de la vecina Lucentum, incrementando su ager hacia el norte. Un
proceso similar pudo darse hacia el oeste, por el altiplano
de Yecla-Jumilla, ante el posible ocaso de Ilunum y la probable tutela de los baños de Fortuna. Por todo ello, a inicios del siglo iv, Ilici presidiría un territorium de enormes
proporciones que comprende entre el prebético meridional valenciano y el curso bajo del río Segura, remontando
hacia el interior por el curso del río Vinalopó, el altiplano
de Yecla-Jumilla y los valles transversales, quizás hasta
alcanzar la comarca de Hellín. Esta situación no es baladí, ya que justo entonces, no antes del 298, se iniciaba la
reconfiguración del Imperio de la mano de un nuevo diseño provincial que atendía a razones fiscales, judiciales,
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Principales ciudades con los enclaves costeros y portuarios
que jalonaban sus respectivos territoria. Plano de la provincia
Spaniae bizantina, según Vizcaíno (2009, fig. 2, 48).
Losas sepulcrales con simbología cristiana de la Albufereta
(archivo fotográfico MARQ).
annonarias, militares y administrativas, con la creación de
algunas provincias nuevas, diócesis, vicarios, cambios de
rango de los gobernadores y prefecturas.
Con la definición de la nueva provincia, la mitad
meridional de la antigua costa de la Citerior adquirió
personalidad propia y articuló las rutas de navegación
del cuadrante sureste del Mediterráneo occidental, así
como las comunicaciones al Atlántico, África y, por el
canal de Ibiza y las Baleares, hacia el cuadrante noreste
del Mediterráneo occidental y central. La fachada marítima de la nueva provincia se vertebraba principalmente
en torno a tres antiguas colonias, atravesadas también
por la vía Augusta, que por entonces mostraban distintos
pulsos: Valentia, Ilici y Carthago Nova. Frente a las otras
dos, la revisión de las estratigrafías de Ilici apunta a un
panorama general de prosperidad. La colonia conserva-
ba un urbanismo compacto que ocupa todas las áreas
sondeadas, con el mantenimiento de sus edificios públicos, especialmente los termales, así como el viario y
el alcantarillado. El Portus Ilicitanus y su cetaria se mostraban a pleno rendimiento, y su ager más inmediato
exhibía una potente reactivación económica asociada a
una profusión de villæ sin parangón en el levante peninsular —Algorós, els Partiorets, les Teules, etc.—. A ellos
cabría añadir otros asentamientos a lo largo de la vía
Augusta, como la villa Petraria, y la reactivación agraria
del entorno del extinto Lucentum y su embarcadero, asociados a Ilici tras la extinción del municipio alicantino.
Esta reviviscencia productiva ejemplifica el proceso de
concentración de propiedades en manos de unos pocos
possessores que monumentalizaron algunas villæ con
funciones residenciales, mientras que otras se destina-
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ron a fines productivos o fueron abandonadas dada la
episodios violentos, como el esgrimido para Ilici hacia el
ausencia de partes dominicæ. Por último, cabría resaltar
421-422 del que, por ahora, no existen pruebas arqueo-
una serie de villas tardías murcianas, que presentan sus
lógicas que lo confirmen. En cambio, sí se vislumbra una
mejores ejemplos en el altiplano de Yecla-Jumilla y en
creciente inseguridad por la ocultación de tesorillos.
el tramo final de la fosa intrabética murciana, que tam-
Tras un breve lapso, con la conquista vándala de la
bién pudieron formar parte de las tierras que tutelaría
costa magrebí, la firma de su fœdus con Roma en 435 y
Ilici. Ante este panorama, cabe recordar la aceptación de
la ruptura de los tratados por Genserico en 439 —con la
Carthago Nova como capital de la nueva provincia, por
toma de Carthago y su flota annonaria—, el clima de in-
homonimia y por «sentido común», aunque sigue sin
seguridad volvió a cebarse en el Mediterráneo occidental.
existir, hasta hoy, prueba alguna textual, epigráfica o ar-
La piratería vándala ocupará Córcega, Sicilia, Cerdeña y
queológica que así lo demuestre.
las Baleares en 455, con el episodio en 460 de la destruc-
Sin embargo, a finales del siglo iv e inicios del v, Ilici
ción de la flota imperial de Mayoriano en la rada de Ilici,
presenta una imagen antitética marcada por el colapso del
según la crónica de Mario de Avenches (Chron. s.a. 460.2).
modelo urbano altoimperial, situación que contrasta con
Hacia 468, los vándalos dominarán plenamente el occi-
el auge documentado en Carthago Nova. Es en esas fechas
dente mediterráneo.
cuando se hace patente el abandono, ruina y expolio de
Estas situaciones provocaron un cambio en los pa-
edificios públicos y privados, la reutilización de algunas
trones de asentamiento no urbano, que optaron, a dife-
construcciones y la contracción del espacio habitado, con
rencia del modelo dominante en los últimos siglos, por
áreas marginales intra mœnia. Aparecen también vertede-
situar los hábitats en lugares encaramados de fácil de-
ros de recesión, la colmatación de los pozos manantiales y
fensa y control visual del territorio. Este hecho coincidirá
el abandono de los sistemas de saneamiento, evidencias
con la constricción de la civitas ilicitana y la desaparición
todas ellas del surgimiento del modelo urbano tardío y de
del sistema de explotación rural basado en las villas, con
la definitiva desaparición de la ciudad clásica. El siglo v
un trasvase de población hacia estos nuevos enclaves,
supuso también el final del sistema de explotación rural
oteros concentrados fundamentalmente en las vías de
de las villas, del Portus Ilicitanus y de su cetaria, fenómeno
acceso a la urbs que articulaban aún el territorio. Estos
que afectará incluso al poblamiento en La Albufereta de
hábitats en altura se localizan en el Vinalopó, junto a la
Alicante y al cese de actividad de su embarcadero.
vía Augusta y en los valles transversales que enlazan con
Resulta difícil no relacionar estos hechos con la lle-
la costa y, desde ésta, siguen la ruta costera hacia Dianium
gada de vándalos asdingos y silingos, alanos y suevos,
y hacia los fondeaderos de Baver (Benalúa, Alicante) y de
seguida de romano-visigodos para combatirlos. Este pe-
La Albufereta. Hacia el sur, se produce la consolidación
ríodo de fuerte inestabilidad se tradujo en ocasiones en
del camino interior entre Ilici y Carthago Nova, pasando
Ilici y la evolución territorial entre los siglos iv y vii. Antonio Guilabert, Ana Ronda, Mercedes Tendero
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por Orihuela, donde se detecta el afianzamiento de estos
parte de la vida política, social y económica de peque-
poblados en alto que controlan el paso de la fosa intrabé-
ños espacios regionales. A partir de ellos se canalizaron
tica hacia Murcia, ya en el siglo vi. La disposición radial de
los excedentes de producción hacia estos puntos de in-
estos enclaves, su ubicación en las vías de comunicación y
tercambio: plaza de San Pedro (La Vila Joiosa), El Albir
su equidistancia —todos se sitúan entre los 21 y los 29 km
(Alfàs del Pi), Garganes/Clot de Mingot (Altea), Baños de
respecto a Ilici—, supone notables semejanzas con la or-
la Reina (Calp), Punta del Arenal (Xàbia) o Santa Pola tras
ganización territorial de la Valentia tardoantigua, con la
la desaparición del Portus Ilicitanus. Entre todos desta-
que comparte el proceso de vertebración de una nueva
ca, sin duda, el caso de Benalúa, reactivado a finales del
realidad urbana que, aun dependiendo nominalmente
siglo v, y que se mostrará hasta finales del siglo vi como
del poder visigodo tras la caída del Imperio de Occidente,
el nuevo Portus Ilicitanus, el desembarcadero principal
mantendrá de facto una independencia casi total hasta la
de Ilici, protegido además por el asentamiento en altura
conquista bizantina.
del Benacantil. Coincidiendo con ello, se documentan las
Desde finales del siglo v, las muestras de recuperación
primeras evidencias de población cristiana en la zona,
se sucederán tanto en la civitas como en su territorio. Este
como lo atestigua el epitafio recuperado en la necrópolis
nuevo escenario, impuesto con la creación de los reinos
del Tossal de les Basses, datado en 479, con la fórmula
romano-germánicos, derivó en una relativa normalización
«recessit in pace», por lo que cabe la posibilidad, aunque
de las relaciones entre estados. La consecuencia inmediata
controvertida, de que Ilici se convirtiera en sede episcopal
fue el incremento notable del tráfico marítimo hacia la an-
a comienzos del siglo vi.
tigua Carthaginensis, tanto de los navicularii dependientes
Este modelo dual de enclave parece repetirse hacia
del regnum vándalo como de los negotiatores del oriente
el norte, en el ager teórico de Dianium, con Baños de la
mediterráneo, que abrieron rutas hacia los nuevos merca-
Reina junto a la costa y El Peñón de Ifach (Calp) como un
dos bárbaros. Pese a que las importaciones nunca llegaron
pequeño establecimiento en altura. En el vicus de Baños
a ausentarse de la fachada mediterránea ibérica, será aho-
de la Reina, las investigaciones arqueológicas han apor-
ra cuando comiencen a llegar de forma significativa gracias
tado un hallazgo decisivo: una iglesia primitiva con dos
al control sin oposición del que gozaban los vándalos, due-
sarcófagos pétreos en su interior. El enclave disponía de
ños de las grandes islas mediterráneas centro-occidentales
un fondeadero, cuestión estratégica en las funciones de
y de las rutas y derroteros del levante peninsular.
redistribución de mercancías que debió ser determinante
El reflejo inmediato de esta reactivación económica
para que la villa del siglo iv se transformase, ahora, en un
fue el surgimiento o consolidación de una serie de pun-
lugar de culto cristiano. Sobre el oecus de la lujosa villa de
tos costeros alicantinos abocados al mar que no deben
planta radial, se implantaron los muros de la iglesia, algo
ser entendidos como fenómenos aislados, sino como
desdibujados por la erosión, pero que conservan la orien-
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Baptisterio de Baños de
la Reina (A. Ronda 2009a).
Bases de platos de los tipos
Hayes 104. A2 con iconografía
cristiana y Hayes 87A con
decoración espatulada y
crismón central, s. vi
(dibujos Vicent Sevila).
tación canónica y el baptisterio, del siglo vi, con dos fases
constructivas: una más amplia que permitía la inmersión
del creyente, y otra superpuesta, con forma de cruz griega, que reduce el espacio bautismal y lo significa. En el
interior del edificio, que supone un vestigio excepcional
por su correlación formal con iglesias de Mallorca como
Son Peretó y Sa Carrotxa —realidades culturales paralelas
en uno y otro lado del mar—, se documentaron varios enterramientos y, anexo al mismo, una gran necrópolis ad
sanctos. Entre otras producciones, el contexto material lo
marcan las TSD2 con improntas de santos y emperado-
res, propias de 525-575, así como las pateras espatuladas
(Hayes 87A), alguna decorada con crismón .
En Ilici, los primeros materiales con simbología cristiana se datan también en el siglo vi donde, pese a contar
con escasas estratigrafías, se aprecia la implantación total
del modelo urbano tardorromano, con una concepción
más «abierta» en la que se recuperan los espacios otrora
marginales. Se documentan los primeros enterramientos
intramuros, caracterizados por el empleo de fosas simples y con ajuares prácticamente ausentes. Algunas zonas de hábitat se reconvertirán en áreas de producción,
Ilici y la evolución territorial entre los siglos iv y vii. Antonio Guilabert, Ana Ronda, Mercedes Tendero
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elemento más empleado para defender la inclusión o exclusión pero, no basta solo con la presencia de un lote de
materiales, ya que estos aparecen tanto en asentamientos
costeros góticos como imperiales. Se trata más de una
cuestión de representatividad de la muestra la que, teóricamente, nos permite defender la «mediterraneización»
o «desmediterraneización» de los contextos materiales
analizados. En este sentido, parece evidente que desde
Dianium hacia el sur, la presencia y frecuencia de la cultura
material imperial, no sólo cerámica, permite plantear con
garantías su inclusión en los dominios romanos de Oriente
tras la renovatio imperii de Justiniano, aunque esta «bizanPlacas decoradas procedentes de la basílica
de Ilici (siglos VI-VII).
tinización», más que de una «helenización», se traduzca en
la práctica en una «africanización» cultural.
Aceptada pues la inclusión de Ilici en la órbita bizantina, quedaría pendiente su incorporación al regnum
en almacenes o se ocuparán con la excavación de silos,
visigothorum de Toledo, asumida tradicionalmente hacia
usados con posterioridad como basureros y, por primera
el 625, cuando Suintila conquista Carthago Spartaria y
vez, se practicarán fosas para vertidos en los viarios. Se
expulsa definitivamente a los bizantinos de suelo penin-
atestigua a su vez la compartimentación de los edificios
sular. Últimamente se ha propuesto un adelanto de estas
que seguían en pie, que redefinen sus usos funcionales
fechas al intervalo 589-610, dada la ausencia parcial de
dentro de un proceso generalizado que afecta a la arqui-
las últimas series cerámicas importadas por los bizanti-
tectura urbana y rural, tanto pública como privada, entre
nos que sí están presentes en Carthago Spartaria. Sin
los siglos v y vi.
embargo, ello podría deberse simplemente a una ma-
No podemos precisar, en el estado actual de la inves-
yor representación del ejército y de la administración de
tigación, si esta revitalización urbana puede atribuirse a la
Bizancio en Cartagena o a un problema del registro. Por
existencia de una sede episcopal o fue anterior o posterior
otro lado, pese a las controversias que envuelven al síno-
a la inclusión de Ilici en la órbita bizantina, ya que no exis-
do de Gundemaro del 610, no dejan de ser llamativas las
ten fuentes documentales ni epigráficas que certifiquen
ausencias de Ilici, Dianium y Carthago Spartaria, así como
la pertenencia indiscutible de los enclaves alicantinos
la convivencia y final absorción de la sede elotana por la
a la órbita imperial. La cultura material es, por tanto, el
ilicitana, por lo que no creemos que, con anterioridad al
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mismo, se produjera la anexión de la zona alicantina al
reino de Toledo.
Cuestión distinta es lo que acontecerá con Sisebuto
después del 612. Artífice de la conquista de la parte meridional de las posesiones imperiales de Spania —613
a 616—, dotará a los visigodos de una marina capaz de
plantar cara a la imperial y acuñará moneda en Iliocrica
(Lorca) y Aorariola (Orihuela). Ambas cecas son una prueba positiva del control visigodo de la fosa intrabética
por el monarca, por lo que parece plausible que tras las
fundaciones de Begastri y de Elo —esta última formando
parte de la diócesis ilicitana, segregada por conquista—
y después de las campañas de Leovigildo por controlar
la Orospeda y las vías de comunicación hacia el sureste,
Sisebuto puso fin a la inestabilidad política interna, y el
reino toledano avanzará al oriente del sistema prebético,
poniendo cerco a los bizantinos al este de la depresión intrabética. Al final de esta, apenas a una treintena de kilómetros de Aorariola, se encontraba Ilici, las dos ciudades
que constituían parte de una misma unidad geográfica,
por lo que la captura de ambas así como del puerto ilicitano, situado en el actual Alicante, debió ser simultánea.
Pese a que a lo largo del siglo vii veremos reunificarse la diócesis elotana-ilicitana en su sede original, no cabe
duda de que el episodio de la conquista gótica modificó
notablemente la realidad territorial ilicitana. La fundación
de Elo, a finales del siglo vi o inicios del vii, dio origen a un
núcleo urbano que perdurará hasta el siglo ix y será citado como una de las ciudades que pasarán a manos mu-
sulmanas en distintas versiones del Pacto de Teodomiro
de 713. Lo mismo ocurrirá con Aorariola/Awryūla y con
Lucentes/Lqnt (Alicante), de modo que entre finales del
siglo vi e inicios del viii asistiremos a la disgregación del
territorio ilicitano, que dará lugar a cuatro ciudades —visigodas primero y andalusíes después— con sus respectivos territoria. Obviamente, Ilici/Ilš se corresponde con la
antigua colonia, así como Elo/Iyih se erigiría en el Tolmo
de Minateda; más complicado resulta identificar la localización exacta de los yacimientos arqueológicos de las
dos restantes: Aorariola/Awryūla y Lucentes/Lqnt.
Es innegable que el legado romano de Ilici se había
volatilizado, en buena medida, en el siglo vii. Tras su prometedora situación en el siglo iv, compartiendo protagonismo en la fachada marítima de la Carthaginensis con
Valentia y Carthago Nova, el siglo v torció su trayectoria, y
quedó rezagada respecto a sus vecinas del norte y del sur.
La relativa mejoría del siglo vi la situó, de nuevo, entre los
potentes puertos marítimos de la Valentia visigoda y la
Carthago Spartaria bizantina. En el siglo vii, tras la expulsión de Bizancio, el cese de sus puertos y embarcaderos,
la compartimentación del territorio histórico ilicitano y
quizás el declive del viejo trazado de la vía Augusta desde
Ilici hacia el sur por la costa —reemplazada por la nueva
posición de Aorariola en el cruce de caminos—, la colocó
como una más, y no la principal, de las ciudades rendidas por Teodomiro ante ‘Abd al-‘Azīz b. Mūsà b. Nuṣayr en
el año 713, momento a partir del que languidecería hasta
su desaparición.
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entre los siglos iv y vii
Antonio Guilabert Mas, Ana Ronda Femenía, Mercedes Tendero Porras
A finales del siglo iii, con la reconfiguración de las provincias de Diocleciano, se ponía fin a un modelo territorial
concebido por Augusto y que quedaba plenamente articulado en época flavia. Este hecho coincidía con la concesión del ius latii y la municipalización de las Baleares,
las Pitiusas, Allon y las antiguas ciudades fenicias de la
costa mediterránea andaluza, amén del renacimiento de
Valentia, por lo que quedaba totalmente configurado el
cuadrante marítimo del sureste peninsular. De esta forma,
tanto el canal de Ibiza como los derroteros que partían
de él hacia el norte y el sur, formaron una red de puertos
privilegiados en una zona vital para las comunicaciones
marítimas entre Italia, el golfo de León, el sur peninsular
y el norte de África.
Estas ciudades, sin embargo, evidenciaron desde el
siglo ii trayectorias urbanas divergentes, con muestras
◁ Losa sepulcral con simbología cristiana de
la Albufereta (archivo fotográfico MARQ).
de parálisis y degradación tempranas, mantenimiento o
prosperidad, que a finales de la centuria motivaron cambios sensibles en la distribución de los poderes urbanos
de la nueva provincia Carthaginensis. Para entonces, Ilici,
que había capeado con fortaleza el siglo iii, pudo beneficiarse de la desaparición o degradación a vicus de la vecina Lucentum, incrementando su ager hacia el norte. Un
proceso similar pudo darse hacia el oeste, por el altiplano
de Yecla-Jumilla, ante el posible ocaso de Ilunum y la probable tutela de los baños de Fortuna. Por todo ello, a inicios del siglo iv, Ilici presidiría un territorium de enormes
proporciones que comprende entre el prebético meridional valenciano y el curso bajo del río Segura, remontando
hacia el interior por el curso del río Vinalopó, el altiplano
de Yecla-Jumilla y los valles transversales, quizás hasta
alcanzar la comarca de Hellín. Esta situación no es baladí, ya que justo entonces, no antes del 298, se iniciaba la
reconfiguración del Imperio de la mano de un nuevo diseño provincial que atendía a razones fiscales, judiciales,
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Principales ciudades con los enclaves costeros y portuarios
que jalonaban sus respectivos territoria. Plano de la provincia
Spaniae bizantina, según Vizcaíno (2009, fig. 2, 48).
Losas sepulcrales con simbología cristiana de la Albufereta
(archivo fotográfico MARQ).
annonarias, militares y administrativas, con la creación de
algunas provincias nuevas, diócesis, vicarios, cambios de
rango de los gobernadores y prefecturas.
Con la definición de la nueva provincia, la mitad
meridional de la antigua costa de la Citerior adquirió
personalidad propia y articuló las rutas de navegación
del cuadrante sureste del Mediterráneo occidental, así
como las comunicaciones al Atlántico, África y, por el
canal de Ibiza y las Baleares, hacia el cuadrante noreste
del Mediterráneo occidental y central. La fachada marítima de la nueva provincia se vertebraba principalmente
en torno a tres antiguas colonias, atravesadas también
por la vía Augusta, que por entonces mostraban distintos
pulsos: Valentia, Ilici y Carthago Nova. Frente a las otras
dos, la revisión de las estratigrafías de Ilici apunta a un
panorama general de prosperidad. La colonia conserva-
ba un urbanismo compacto que ocupa todas las áreas
sondeadas, con el mantenimiento de sus edificios públicos, especialmente los termales, así como el viario y
el alcantarillado. El Portus Ilicitanus y su cetaria se mostraban a pleno rendimiento, y su ager más inmediato
exhibía una potente reactivación económica asociada a
una profusión de villæ sin parangón en el levante peninsular —Algorós, els Partiorets, les Teules, etc.—. A ellos
cabría añadir otros asentamientos a lo largo de la vía
Augusta, como la villa Petraria, y la reactivación agraria
del entorno del extinto Lucentum y su embarcadero, asociados a Ilici tras la extinción del municipio alicantino.
Esta reviviscencia productiva ejemplifica el proceso de
concentración de propiedades en manos de unos pocos
possessores que monumentalizaron algunas villæ con
funciones residenciales, mientras que otras se destina-
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ron a fines productivos o fueron abandonadas dada la
episodios violentos, como el esgrimido para Ilici hacia el
ausencia de partes dominicæ. Por último, cabría resaltar
421-422 del que, por ahora, no existen pruebas arqueo-
una serie de villas tardías murcianas, que presentan sus
lógicas que lo confirmen. En cambio, sí se vislumbra una
mejores ejemplos en el altiplano de Yecla-Jumilla y en
creciente inseguridad por la ocultación de tesorillos.
el tramo final de la fosa intrabética murciana, que tam-
Tras un breve lapso, con la conquista vándala de la
bién pudieron formar parte de las tierras que tutelaría
costa magrebí, la firma de su fœdus con Roma en 435 y
Ilici. Ante este panorama, cabe recordar la aceptación de
la ruptura de los tratados por Genserico en 439 —con la
Carthago Nova como capital de la nueva provincia, por
toma de Carthago y su flota annonaria—, el clima de in-
homonimia y por «sentido común», aunque sigue sin
seguridad volvió a cebarse en el Mediterráneo occidental.
existir, hasta hoy, prueba alguna textual, epigráfica o ar-
La piratería vándala ocupará Córcega, Sicilia, Cerdeña y
queológica que así lo demuestre.
las Baleares en 455, con el episodio en 460 de la destruc-
Sin embargo, a finales del siglo iv e inicios del v, Ilici
ción de la flota imperial de Mayoriano en la rada de Ilici,
presenta una imagen antitética marcada por el colapso del
según la crónica de Mario de Avenches (Chron. s.a. 460.2).
modelo urbano altoimperial, situación que contrasta con
Hacia 468, los vándalos dominarán plenamente el occi-
el auge documentado en Carthago Nova. Es en esas fechas
dente mediterráneo.
cuando se hace patente el abandono, ruina y expolio de
Estas situaciones provocaron un cambio en los pa-
edificios públicos y privados, la reutilización de algunas
trones de asentamiento no urbano, que optaron, a dife-
construcciones y la contracción del espacio habitado, con
rencia del modelo dominante en los últimos siglos, por
áreas marginales intra mœnia. Aparecen también vertede-
situar los hábitats en lugares encaramados de fácil de-
ros de recesión, la colmatación de los pozos manantiales y
fensa y control visual del territorio. Este hecho coincidirá
el abandono de los sistemas de saneamiento, evidencias
con la constricción de la civitas ilicitana y la desaparición
todas ellas del surgimiento del modelo urbano tardío y de
del sistema de explotación rural basado en las villas, con
la definitiva desaparición de la ciudad clásica. El siglo v
un trasvase de población hacia estos nuevos enclaves,
supuso también el final del sistema de explotación rural
oteros concentrados fundamentalmente en las vías de
de las villas, del Portus Ilicitanus y de su cetaria, fenómeno
acceso a la urbs que articulaban aún el territorio. Estos
que afectará incluso al poblamiento en La Albufereta de
hábitats en altura se localizan en el Vinalopó, junto a la
Alicante y al cese de actividad de su embarcadero.
vía Augusta y en los valles transversales que enlazan con
Resulta difícil no relacionar estos hechos con la lle-
la costa y, desde ésta, siguen la ruta costera hacia Dianium
gada de vándalos asdingos y silingos, alanos y suevos,
y hacia los fondeaderos de Baver (Benalúa, Alicante) y de
seguida de romano-visigodos para combatirlos. Este pe-
La Albufereta. Hacia el sur, se produce la consolidación
ríodo de fuerte inestabilidad se tradujo en ocasiones en
del camino interior entre Ilici y Carthago Nova, pasando
Ilici y la evolución territorial entre los siglos iv y vii. Antonio Guilabert, Ana Ronda, Mercedes Tendero
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por Orihuela, donde se detecta el afianzamiento de estos
parte de la vida política, social y económica de peque-
poblados en alto que controlan el paso de la fosa intrabé-
ños espacios regionales. A partir de ellos se canalizaron
tica hacia Murcia, ya en el siglo vi. La disposición radial de
los excedentes de producción hacia estos puntos de in-
estos enclaves, su ubicación en las vías de comunicación y
tercambio: plaza de San Pedro (La Vila Joiosa), El Albir
su equidistancia —todos se sitúan entre los 21 y los 29 km
(Alfàs del Pi), Garganes/Clot de Mingot (Altea), Baños de
respecto a Ilici—, supone notables semejanzas con la or-
la Reina (Calp), Punta del Arenal (Xàbia) o Santa Pola tras
ganización territorial de la Valentia tardoantigua, con la
la desaparición del Portus Ilicitanus. Entre todos desta-
que comparte el proceso de vertebración de una nueva
ca, sin duda, el caso de Benalúa, reactivado a finales del
realidad urbana que, aun dependiendo nominalmente
siglo v, y que se mostrará hasta finales del siglo vi como
del poder visigodo tras la caída del Imperio de Occidente,
el nuevo Portus Ilicitanus, el desembarcadero principal
mantendrá de facto una independencia casi total hasta la
de Ilici, protegido además por el asentamiento en altura
conquista bizantina.
del Benacantil. Coincidiendo con ello, se documentan las
Desde finales del siglo v, las muestras de recuperación
primeras evidencias de población cristiana en la zona,
se sucederán tanto en la civitas como en su territorio. Este
como lo atestigua el epitafio recuperado en la necrópolis
nuevo escenario, impuesto con la creación de los reinos
del Tossal de les Basses, datado en 479, con la fórmula
romano-germánicos, derivó en una relativa normalización
«recessit in pace», por lo que cabe la posibilidad, aunque
de las relaciones entre estados. La consecuencia inmediata
controvertida, de que Ilici se convirtiera en sede episcopal
fue el incremento notable del tráfico marítimo hacia la an-
a comienzos del siglo vi.
tigua Carthaginensis, tanto de los navicularii dependientes
Este modelo dual de enclave parece repetirse hacia
del regnum vándalo como de los negotiatores del oriente
el norte, en el ager teórico de Dianium, con Baños de la
mediterráneo, que abrieron rutas hacia los nuevos merca-
Reina junto a la costa y El Peñón de Ifach (Calp) como un
dos bárbaros. Pese a que las importaciones nunca llegaron
pequeño establecimiento en altura. En el vicus de Baños
a ausentarse de la fachada mediterránea ibérica, será aho-
de la Reina, las investigaciones arqueológicas han apor-
ra cuando comiencen a llegar de forma significativa gracias
tado un hallazgo decisivo: una iglesia primitiva con dos
al control sin oposición del que gozaban los vándalos, due-
sarcófagos pétreos en su interior. El enclave disponía de
ños de las grandes islas mediterráneas centro-occidentales
un fondeadero, cuestión estratégica en las funciones de
y de las rutas y derroteros del levante peninsular.
redistribución de mercancías que debió ser determinante
El reflejo inmediato de esta reactivación económica
para que la villa del siglo iv se transformase, ahora, en un
fue el surgimiento o consolidación de una serie de pun-
lugar de culto cristiano. Sobre el oecus de la lujosa villa de
tos costeros alicantinos abocados al mar que no deben
planta radial, se implantaron los muros de la iglesia, algo
ser entendidos como fenómenos aislados, sino como
desdibujados por la erosión, pero que conservan la orien-
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Baptisterio de Baños de
la Reina (A. Ronda 2009a).
Bases de platos de los tipos
Hayes 104. A2 con iconografía
cristiana y Hayes 87A con
decoración espatulada y
crismón central, s. vi
(dibujos Vicent Sevila).
tación canónica y el baptisterio, del siglo vi, con dos fases
constructivas: una más amplia que permitía la inmersión
del creyente, y otra superpuesta, con forma de cruz griega, que reduce el espacio bautismal y lo significa. En el
interior del edificio, que supone un vestigio excepcional
por su correlación formal con iglesias de Mallorca como
Son Peretó y Sa Carrotxa —realidades culturales paralelas
en uno y otro lado del mar—, se documentaron varios enterramientos y, anexo al mismo, una gran necrópolis ad
sanctos. Entre otras producciones, el contexto material lo
marcan las TSD2 con improntas de santos y emperado-
res, propias de 525-575, así como las pateras espatuladas
(Hayes 87A), alguna decorada con crismón .
En Ilici, los primeros materiales con simbología cristiana se datan también en el siglo vi donde, pese a contar
con escasas estratigrafías, se aprecia la implantación total
del modelo urbano tardorromano, con una concepción
más «abierta» en la que se recuperan los espacios otrora
marginales. Se documentan los primeros enterramientos
intramuros, caracterizados por el empleo de fosas simples y con ajuares prácticamente ausentes. Algunas zonas de hábitat se reconvertirán en áreas de producción,
Ilici y la evolución territorial entre los siglos iv y vii. Antonio Guilabert, Ana Ronda, Mercedes Tendero
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elemento más empleado para defender la inclusión o exclusión pero, no basta solo con la presencia de un lote de
materiales, ya que estos aparecen tanto en asentamientos
costeros góticos como imperiales. Se trata más de una
cuestión de representatividad de la muestra la que, teóricamente, nos permite defender la «mediterraneización»
o «desmediterraneización» de los contextos materiales
analizados. En este sentido, parece evidente que desde
Dianium hacia el sur, la presencia y frecuencia de la cultura
material imperial, no sólo cerámica, permite plantear con
garantías su inclusión en los dominios romanos de Oriente
tras la renovatio imperii de Justiniano, aunque esta «bizanPlacas decoradas procedentes de la basílica
de Ilici (siglos VI-VII).
tinización», más que de una «helenización», se traduzca en
la práctica en una «africanización» cultural.
Aceptada pues la inclusión de Ilici en la órbita bizantina, quedaría pendiente su incorporación al regnum
en almacenes o se ocuparán con la excavación de silos,
visigothorum de Toledo, asumida tradicionalmente hacia
usados con posterioridad como basureros y, por primera
el 625, cuando Suintila conquista Carthago Spartaria y
vez, se practicarán fosas para vertidos en los viarios. Se
expulsa definitivamente a los bizantinos de suelo penin-
atestigua a su vez la compartimentación de los edificios
sular. Últimamente se ha propuesto un adelanto de estas
que seguían en pie, que redefinen sus usos funcionales
fechas al intervalo 589-610, dada la ausencia parcial de
dentro de un proceso generalizado que afecta a la arqui-
las últimas series cerámicas importadas por los bizanti-
tectura urbana y rural, tanto pública como privada, entre
nos que sí están presentes en Carthago Spartaria. Sin
los siglos v y vi.
embargo, ello podría deberse simplemente a una ma-
No podemos precisar, en el estado actual de la inves-
yor representación del ejército y de la administración de
tigación, si esta revitalización urbana puede atribuirse a la
Bizancio en Cartagena o a un problema del registro. Por
existencia de una sede episcopal o fue anterior o posterior
otro lado, pese a las controversias que envuelven al síno-
a la inclusión de Ilici en la órbita bizantina, ya que no exis-
do de Gundemaro del 610, no dejan de ser llamativas las
ten fuentes documentales ni epigráficas que certifiquen
ausencias de Ilici, Dianium y Carthago Spartaria, así como
la pertenencia indiscutible de los enclaves alicantinos
la convivencia y final absorción de la sede elotana por la
a la órbita imperial. La cultura material es, por tanto, el
ilicitana, por lo que no creemos que, con anterioridad al
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mismo, se produjera la anexión de la zona alicantina al
reino de Toledo.
Cuestión distinta es lo que acontecerá con Sisebuto
después del 612. Artífice de la conquista de la parte meridional de las posesiones imperiales de Spania —613
a 616—, dotará a los visigodos de una marina capaz de
plantar cara a la imperial y acuñará moneda en Iliocrica
(Lorca) y Aorariola (Orihuela). Ambas cecas son una prueba positiva del control visigodo de la fosa intrabética
por el monarca, por lo que parece plausible que tras las
fundaciones de Begastri y de Elo —esta última formando
parte de la diócesis ilicitana, segregada por conquista—
y después de las campañas de Leovigildo por controlar
la Orospeda y las vías de comunicación hacia el sureste,
Sisebuto puso fin a la inestabilidad política interna, y el
reino toledano avanzará al oriente del sistema prebético,
poniendo cerco a los bizantinos al este de la depresión intrabética. Al final de esta, apenas a una treintena de kilómetros de Aorariola, se encontraba Ilici, las dos ciudades
que constituían parte de una misma unidad geográfica,
por lo que la captura de ambas así como del puerto ilicitano, situado en el actual Alicante, debió ser simultánea.
Pese a que a lo largo del siglo vii veremos reunificarse la diócesis elotana-ilicitana en su sede original, no cabe
duda de que el episodio de la conquista gótica modificó
notablemente la realidad territorial ilicitana. La fundación
de Elo, a finales del siglo vi o inicios del vii, dio origen a un
núcleo urbano que perdurará hasta el siglo ix y será citado como una de las ciudades que pasarán a manos mu-
sulmanas en distintas versiones del Pacto de Teodomiro
de 713. Lo mismo ocurrirá con Aorariola/Awryūla y con
Lucentes/Lqnt (Alicante), de modo que entre finales del
siglo vi e inicios del viii asistiremos a la disgregación del
territorio ilicitano, que dará lugar a cuatro ciudades —visigodas primero y andalusíes después— con sus respectivos territoria. Obviamente, Ilici/Ilš se corresponde con la
antigua colonia, así como Elo/Iyih se erigiría en el Tolmo
de Minateda; más complicado resulta identificar la localización exacta de los yacimientos arqueológicos de las
dos restantes: Aorariola/Awryūla y Lucentes/Lqnt.
Es innegable que el legado romano de Ilici se había
volatilizado, en buena medida, en el siglo vii. Tras su prometedora situación en el siglo iv, compartiendo protagonismo en la fachada marítima de la Carthaginensis con
Valentia y Carthago Nova, el siglo v torció su trayectoria, y
quedó rezagada respecto a sus vecinas del norte y del sur.
La relativa mejoría del siglo vi la situó, de nuevo, entre los
potentes puertos marítimos de la Valentia visigoda y la
Carthago Spartaria bizantina. En el siglo vii, tras la expulsión de Bizancio, el cese de sus puertos y embarcaderos,
la compartimentación del territorio histórico ilicitano y
quizás el declive del viejo trazado de la vía Augusta desde
Ilici hacia el sur por la costa —reemplazada por la nueva
posición de Aorariola en el cruce de caminos—, la colocó
como una más, y no la principal, de las ciudades rendidas por Teodomiro ante ‘Abd al-‘Azīz b. Mūsà b. Nuṣayr en
el año 713, momento a partir del que languidecería hasta
su desaparición.
Ilici y la evolución territorial entre los siglos iv y vii. Antonio Guilabert, Ana Ronda, Mercedes Tendero
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